Una noche potente, aunque algo extraña, se preparaba para recibir en Santiago a los alemanes de Attic, quienes cuentan ya con más de 20 años de experiencia, pero que se han convertido en los regalones de la escena metal en Europa, y quienes nunca habían venido a Sudamérica antes. Un regalo para los fanáticos de la banda y del estilo, un heavy metal clásico muy influenciado por King Diamond (probablemente la principal influencia) con toneladas de riffs melódicos y oscurantismo.

La noche la abrían los chilenos Hëiligen, con un público que todavía era escaso, pero que llegaba constantemente, y un grupo de fanáticos de la banda que se hacían sentir fuerte. Hëiligen parte a toda velocidad con “Shadows in the Church”, en una interpretación de gran nivel técnico y de entrega total. La experiencia de sus años de carrera y los grandes escenarios pisados, se conjugan con canciones que deleitan a los fanáticos del heavy metal tradicional, desarrollado de gran forma. Canciones como “Prisoner of Faith” tienen melodías hechas para cantar y seguir, con una vocación épica que levanta a la audiencia, ahora sí bastante numerosa.

En un momento, durante el tema “Return” hubo un fallo técnico, la guitarra dejó de sonar, y tuvieron que cambiarla por otra. A pesar de eso, la banda siguió el show con su base batería y bajo aplastante, sorteando la dificultad con personalidad y seguridad. El cierre fue con “Metal Empire” y la felicidad por haber entregado un show de primer nivel.

Ahora sí, se prepara el escenario para el número principal, y no es sólo la preparación técnica, sino que también escénica. Se ubican unos candelabros con velas encendidas a cada lado del escenario, pociones que se machacan y desprenden humo en unos pocillos, al parecer, de greda. Daba la impresión de que veríamos un ritual ocultista, lo cual sumado al humo y a los sonidos de “ludicium Dei” como música introductoria, envolvió la noche de un aura siniestra. Los músicos entran de a poco, dejando al final a Meister Cagliostro, el vocalista, quien sube eufórico, mostrando una cruz invertida, la cual ubica delante de la batería y dan rienda suelta a todo el poder que la banda sabe desplegar, con riffs machacantes y doble bombo, sumado a una tremenda voz llena de misterio y gritos agudos, que caracterizan a las canciones de Attic. La partida es con “Sanctimonious”, donde los fans más acérrimos comienzan a cabecear y corear, mientras otro grupo más curioso se va enganchando de a poco.

El sonido en Sala RBX no es el mejor para el estilo, pero logran entenderse bien las distintas dimensiones de la música, sobre todo a medida que la noche avanza. Los solos, las líneas vocales, los bombos. El público se enciende de a poco gracias a un show que va creciendo en intensidad.

“The Hound of Heaven” comienza con una intro que ambienta todo hacia el averno, y explota con las melodías de guitarra muy al frente, y un coro que enciende los ánimos y logra ser acompañado con el puño en alto. Posterior a ésto, hacen una pausa, la primera pausa extensa de la adrenalínica noche, y presentan “Join the Coven”, que mantiene el ritmo no dejando decaer los ánimos. Además, presentan una canción inédita, “Offerings to Barbareth”, que formará parte del próximo álbum, y que fue muy bien recibida.

En medio, Attic se dio el tiempo para versionar a Slayer y su clásico “Black Magic”, conformando uno de los clímax de la noche, con una versión que muestra lo primigenio del thrash de los estadounidenses en esa época, muy influenciado por el heavy metal aún. “Funeral in the Woods” sacó a relucir nuevamente el entusiasmo del público, en otro momento cumbre, para luego finalizar con “There is No God”, muy en alto. El encore fue una fiesta, con “Between the Hammer and the Anvil” del excelente “Painkiller” de Judas Priest. Y como no, si la influencia del Metal God se siente tanto como la de King Diamond. Un final para celebrar.

La noche cerró con mucho entusiasmo, con una banda muy cercana que compartió con sus fans muy tranquilamente, luego de entregarse por completo. La preparación del show no estuvo exenta de problemas, y hay que sacarse el sombrero por la producción, que supo sacar adelante un recital de alto nivel, con una banda en su mejor momento, que viajó hacia el otro lado del mundo a entregarse por entero. Gran noche.

Fotos por Beth Sabbath

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