- La emblemática banda de post rock visitó por cuarta vez nuestro país para presentar, de principio a fin, su clásico segundo larga duración, “TNT” (1998). El Teatro Coliseo fue el epicentro de una experiencia que fue más allá de lo sonoro, en que el grupo de multiinstrumentistas logró una conexión única con el público presente.
A pesar de ser una noche fría en el centro de la capital, una extensa calidez se mantuvo entre los asistentes que ya llenaban el recinto antes de la presentación de los chilenos seleccionados para abrir el show.
Narval Orquesta, ensamble santiaguino que experimenta con los sonidos de la música contemporánea, se presentó con diez músicos que se ganaron a la audiencia desde que interpretaron su primera pieza.
Tal y como indican en su perfil de Spotify, definen su sonido como una mezcla que abarca desde “el art rock, el pop experimental, el free jazz, la música electroacústica y diversas influencias de la música clásica contemporánea”. Fue clave la selección de la productora para escoger la banda adecuada para abrir el concierto, ya que a pesar de que no eran del conocimiento de todos los presentes, su sonido complementó totalmente el ambiente generado en el teatro.
El ensamble liderado por Andrés Quezada (baterista y compositor) se lució mostrando las canciones de su primer LP lanzado hace dos años, “Botones”. Con arreglos para piano, cuarteto de cuerdas, dos saxofones, batería, bajo y guitarra eléctrica, Narval Orquesta presentó un show más que redondo, dejando a muchos de los presentes con ganas de conocer más sobre su interesante propuesta.
Un poco pasado de las 21.30 subieron al escenario los oriundos de Chicago, Illinois. Tortoise, con una formación de seis miembros, presentó íntegramente su aclamado tercer disco influenciado por el jazz, “TNT”, con una llamativa puesta en escena, no por lo escueto de la escenografía, sino que por la variedad de instrumentos presentes, los que fueron tocados indistintamente por los integrantes del grupo.
Esto último fue clave para dimensionar la calidad del espectáculo brindado por los estadounidenses. Con el post rock por insignia principal, los músicos de la banda se caracterizan por ser multiinstrumentistas, por lo que canción tras canción, cada uno se reposicionaba a través de todo el escenario para tomar su puesto según lo que requiriera el momento.
Otro de los puntos de altos de la noche fue la interpretación de los chilenos invitados para tocar junto a la banda: Valentina Palomino (violoncello), Cristián Rivera, (trompeta), Danitza Román (violín), Pablo James (trombón) y Francisco Jerez (fagot). A pesar de no ser los protagonistas durante la hora y media de concierto (de hecho, sólo estaban presentes para los arreglos de algunas canciones), su integración en algunos momentos logró que la experiencia estuviese siempre un pie más delante de lo que, por sí solos, podrían haber logrado los norteamericanos.
El único momento medio incómodo de la jornada fue cuando se evidenció un problema técnico con el lap steel que tocó uno de los intérpretes. Sin embargo, este percance no fue suficiente para distraer lo suficiente a un público que tenía bastantes puntos en los cuales concentrarse sobre el escenario.
Luego del último clímax del disco, con el tema de cierre “Everglade”, la agrupación volvió por última vez para presentar un breve encore con “Along the Banks of Rivers” y “Crest”, canción con la que guardaron toda la potencia que puede entregar el sexteto para entregarla en sus últimos casi 7 minutos de show.
No hay duda de que, para quienes hayan tenido la fortuna de asistir al concierto ofrecido por Tortoise, este será uno de los escogidos a la hora de realizar sus recuentos de fin de año. La maestría en el manejo de los instrumentos y de la sensibilidad con que tocaban las canciones logró que todos los presentes participaran un gran viaje totalmente inmersivo a rincones más allá de los que nos permite llegar nuestra mente cotidianamente. Una experiencia totalmente extraplanetaria.