Más de 5 mil “pequeños monstruos” se regocijaron en el Teatro Caupolicán ante el retorno a Chile del dúo británico con un show cargado hacia sus dos álbumes más recientes. La jornada principió con el cuarteto nacional A New Dawn.

A eso de las 8:00 de la noche (con este nuevo huso horario no hay lugar a dudas que esa hora ya no corresponde a la tarde), el cuarteto conformado por Álvaro Baile, Fernando Elizalde, Matías Escudero y Dante González salieron a escena para dar inicio a la jornada con su dosis de hard rock y post-grunge. Canciones como “Bitter Taste”, “Written Down”, su primer sencillo “Safe Frame” y “Authenticity” bastaron para dejar -por un lado- prendados de su música a quienes se congregaron desde temprano pero que no les conocían y -por otro- prendidos a quienes sí conocían de su trabajo y también esperaban ver en acción a Royal Blood. Sin lugar a dudas anoche la banda local consiguió una importante cuota de nuevos seguidores de su trabajo en virtud de su impecable show.

A las 9 en punto, como buenos británicos rindiendo honor a su fama de puntuales, Mike Kerr (voz, bajo) y Ben Thatcher (batería) -tras una introducción de una pieza de Johann Sebastian Bach– desfilaron hacia el escenario para decididamente dar inicio a su primer show en solitario con la celeridad propia de quien quiere ponerse al día a la brevedad luego de 6 años de ausencia (Lollapalooza 2018 fue su anterior visita): el dúo arranca con “Boilermaker” (del disco “Typhoons”, 2021).

A diferencia de lo que hicieron la noche anterior en Perú, el tándem inglés decide continuar con un -a estas alturas- clásico de su repertorio: “Come on Over”, de su disco debut homónimo que ya tiene una década de existencia, desata la euforia del público asistente. “Mountains at Midnight”, de su más reciente trabajo (“Back to the Water Below”, 2023) mantuvo el vigor con esa embestida que es esa introducción de batería que marca el ritmo de toda la canción.

Foto: el.eme

La fórmula es simple: la pauta rítmica la da el bajo (como en las dos primeras canciones) o la batería, como en la recientemente mencionada. Pero no por ser sencilla quiere decir que es menos efectiva: a menudo el oyente de Royal Blood no sabrá si seguir la música desaforadamente con la cabeza (a punta de headbanging), sensualmente con las caderas o tímidamente con la patita. O todas las anteriores. En ningún caso el cuerpo se mantendrá quieto. Para qué hablar del air drumming o del air guitar, que siendo estrictos en el caso de esta banda, sería un air bass pues a pesar de sacarle sonoridades más propias de una guitarra lo que toca Mike Kerr es -en rigor- un bajo. Y no hay más. Tampoco es como que fuese necesario. De todas formas, la dupla europea se deja acompañar en esta gira por el músico Darren James, encargado de los sintetizadores, teclados y el vocoder

Lights Out”, la siguiente canción en la presentación, vendría a servir como la ilustración más clara de que se disfruta más “with all the lights out” (con las luces apagadas). La dupla europea se fundió con su público en este groove cadencioso, a ratos sexy, a ratos feroz, que alcanza su clímax en el minuto final con ese quiebre de batería a cargo de Ben Thatcher. 

Foto: el.eme

Shiner in the Dark” y “Supermodel Avalanches”, una tras otra, fueron la dupleta del disco “Back to the Water Below” escogida para promocionar la sonoridad actual de una banda que ya lleva 10 años en el ruedo y que jamás ha deseado aferrarse a su paleta musical inicial que le llevó a la fama sino más bien mantenerse en constante evolución mezclando los sonidos que lograron desarrollar en sus tres primeros álbumes. “Trouble’s Coming” y “Typhoons” hicieron del teatro una pista de baile hacia la primera mitad del show, como si la fuerza propia de un tifón le hiciera al público imposible la simple tarea de mantenerse quieto. “Pull Me Through” bajó las revoluciones como quién camina luego de un intenso trote para continuar con más fuerza. De ahí en adelante se sucedieron canciones de la década anterior (con la excepción de “Limbo”): “Little Monster” (con un descollante solo de batería de Thatcher hacia el final), “How Did We Get So Dark?”, “Loose Change”, “Out of the Black”, y el cierre con “Figure It Out”, acaso su canción más icónica.

No es descabellado decir que quienes asistieron anoche al Teatro Caupolicán a ver a Royal Blood, además de ser seguidores de la banda, eran seguidores de una gama bastante amplia de bandas tales como Foo Fighters, Queens of the Stone Age, Muse y Arctic Monkeys, por nombrar algunas. No deja de ser llamativo además que quienes se congregaron anoche en el recinto de calle San Diego tomaron partido por un rock que sin tener guitarras logra crear notables canciones al nivel de las bandas antes mencionadas que sí cuentan con un hombre en las seis cuerdas. Todo esto en la misma noche en que un par de kilómetros más hacia el poniente, se presentaba nuevamente en nuestro país una banda cuyo líder es considerado uno de los más destacados creadores de riffs de guitarra del siglo XX. Pero ahí estaban Mike Kerr y Ben Thatcher, con la imponencia y elegancia de un tigre, dejando en evidencia que la guitarra es absolutamente prescindible a la hora de crear canciones de rock relevantes en este siglo. 

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