La noche santiaguina se tiñó de negro y acero con una jornada memorable para los amantes del metal. Un cartel de lujo que prometía potencia, oscuridad y una épica ceremonia sonora cumplió con creces, presentando a los ascendentes chilenos Hëiligen, la versatilidad gótica de los alemanes Lord of the Lost y, como broche de oro, la arrolladora misa de los espectaculares Powerwolf.
La tarea de encender los ánimos recayó en los nacionales Hëiligen. Con un heavy metal potente y de corte moderno, la banda demostró por qué su nombre resuena cada vez con más fuerza en la escena local. Desde el primer acorde con “Lights in the Darkness”, su entrega fue total, conectando inmediatamente con un público que, aunque ansioso por los actos internacionales, supo reconocer y premiar la calidad de la propuesta chilena. Temas de su repertorio como “Prisoners of Faith” y “Rage of the Gods” desataron los primeros headbangings y dejaron el ambiente caldeado para lo que vendría. Una sólida actuación que dejó claro que hay metal de exportación en casa.
Tras la descarga nacional, el escenario a las 20:00 hrs en punto se transformó para recibir a Lord of the Lost. La banda alemana, liderada por el carismático Chris Harms, ofreció un viraje estilístico hacia parajes más oscuros y melódicos, fusionando el metal gótico con elementos industriales y una puesta en escena magnética.
Comenzaron con “The Curtain Falls” y “The Future of a Past Life”, canciones que sorprendieron a todo el público por su propuesta visualmente impactante y sonoramente diversa. Además, destacaron la cercanía de los músicos con la gente, acercándose a las barreras y tocando las manos de cada uno de las personas que estiraban sus brazos.
Continuaron con “Loreley”, “Destruction Manual” y “For They Know Not What They Do” en donde siguieron cautivando a una audiencia que se dejó llevar por la intensidad de cada canción.
Los alemanes no paraban entre canciones, continuaron con “Six Feet Underground”, “Born with a Broken Heart”, “Live Today” y “Die Tomorrow”, para finalizar un primer acto de forma espectacular.
No pasaron ni veinte segundos, cuando comenzaron a sonar los acordes de “Drag Me To The Hell”, en donde el público reacciona reconociendo el éxito de este single. Finalizan un ajustado setlist con “Blood & Glitter”, en donde Harms, con su imponente presencia y versatilidad vocal, manejó los hilos del espectáculo, demostrando por qué son una de las bandas más interesantes y multifacéticas de la escena europea actual. Supieron mantener la energía alta, preparando el terreno para la ceremonia final.
Galería | Powerwolf: Lord of the Lost en Teatro Cariola 2025
Bajo una ovación ensordecedora y una atmósfera cargada de expectación, los lobos del power metal, los espectaculares Powerwolf, tomaron el escenario. La banda alemana no necesita presentación y su reputación les precede: son una fuerza imparable en directo, y Santiago fue testigo de ello. Con su característica pintura facial, una escenografía que evoca una catedral gótica y la energía desbordante de Attila Dorn y Falk Maria Schlegel al frente, Powerwolf desató su heavy metal en un show que para los que estuvimos ahí presentes, será difícil de superar.
Desde el inicio con himnos como “Bless’em With The Blade” y “Incense & Iron” la conexión con el público fue total. Cada canción era un coro masivo, cada estribillo un grito de guerra. La banda, impactada por el recibimiento y la complicidad de sus seguidores, se hacían gestos de sorpresa entre ellos. Attila, cual predicador carismático, dirigió a su congregación de fieles metálicos a través de un español bastante decente en donde nos invitó a gritar, levantar los puños, mover las caderas y hasta a bailar con la muerte.
El repertorio no dio respiro, ya que continuaron con la fantástica “Army of the Night”, “Sinners of the Seven Seas” y “Amen & Attack”. La lista de éxitos parecía interminable y la energía no decayó ni un instante. De hecho parecía incrementar cada vez más. El setlist, escogido de forma magistral por los alemanes, continuó con “Dancing with the Dead”, “Armata Strigoi” y “1589”. Los hermanos Greywolf en las guitarras, Falk Maria Schlegel en los teclados y Roel van Helden en la batería demostraron una cohesión y potencia arrolladoras.
Attila Dorn, cual pontífice del metal, emergió con una presencia imponente, y la congregación respondió con fervor. La velada continuó con la contagiosa “Demons Are a Girl’s Best Friend”, que se convirtió instantáneamente en un karaoke masivo, preparando el terreno para la litúrgica y poderosa “Stossgebet”, con su atmósfera densa y solemne que hizo retumbar cada rincón del recinto. El fuego purificador llegó con “Fire & Forgive”, un himno que encendió aún más los ánimos, seguido del espíritu rebelde de “We Don’t Wanna be no Saints”, donde la banda y el público declararon al unísono su devoción a su propio credo.
La intensidad no decayó con la melódica y oscura belleza de “Alive or Undead”, que ofreció un breve respiro antes de que los “cazadores” se desataran con la potente “Heretic Hunters”. Cada canción era un nuevo capítulo en esta ceremonia, y el público participaba con una entrega total, especialmente durante la épica “Sainted by the Storm”, coreada a pleno pulmón. Para cerrar la primera parte de esta liturgia de acero, Powerwolf eligió la contundente “Blood for Blood”, dejando a la audiencia en un estado de éxtasis y clamando por más.
El breve interludio solo sirvió para acrecentar el ánimo. Los gritos “¡Powerwolf, Powerwolf!” fueron la invocación necesaria. Los lobos regresaron con la explosiva “Sanctified with Dynamite”, una declaración de intenciones que hizo temblar nuevamente el Teatro Cariola. Y entonces, llegó uno de los momentos más esperados: los primeros acordes de “We Drink Your Blood” desataron la locura colectiva. Miles de brazos se alzaron, las voces se unieron en un solo cántico que resonó con fuerza, una verdadera comunión entre banda y seguidores.
Fue entonces cuando Attila y Falk Maria, en sus roles de maestros de ceremonias, se tomaron un extenso momento para conectar con su ‘manada’ santiaguina. Entre bromas, elogios a la entrega del público chileno: “¡Son realmente ruidosos y eso a nosotros nos encanta!”, exclamaba entre vítores, y las ya tradicionales dinámicas de llamado y respuesta donde enseña cánticos y dirige los coros con una habilidad envidiable, la complicidad se hizo palpable. El recinto no era solo un lugar de concierto, sino un templo unido por una misma fe, donde cada interacción era celebrada como un sacramento.
Y para el éxtasis final, tras esa comunión única, resonaron los acordes de la festiva e inconfundible “Werewolves of Armenia”. La cancha se convirtió en una marea humana saltando al unísono, brazos en alto, coreando cada palabra de este himno que selló una noche de pura devoción al metal. Powerwolf no solo tocó; ofició una ceremonia inolvidable, un espectáculo que va más allá de la música, convirtiéndose en una experiencia integral y profundamente entretenida.
En definitiva, la noche fue una verdadera maratón de emociones y decibelios, uniendo tres propuestas distintas pero complementarias que ofrecieron una cátedra de cómo se vive y se siente el metal. Desde la garra local de Hëiligen, pasando por la oscura elegancia de Lord of the Lost, hasta la apoteósica y espectacular misa de Powerwolf, Santiago vivió una jornada que quedará grabada a fuego en la memoria de sus asistentes. ¡Que los lobos vuelvan pronto!