Hay discos que uno escucha una y otra vez, como si con cada vuelta se pudiera volver a un lugar seguro. Y Morning View, el cuarto álbum de Incubus, es uno de esos. Anoche, en el primero de sus tres conciertos en el Movistar Arena, la banda californiana nos invitó a revivirlo completo, en orden, sin grandes adornos, pero con un cariño y una entrega que se sintieron reales.
Partieron con algo de atraso, sí. A las 21:15 recién estaban arrancando y todavía había gente entrando. Pero apenas sonaron los primeros acordes de Nice to Know You, eso pasó a segundo plano. La conexión fue inmediata. Era como si no hubieran pasado 23 años desde que ese disco salió. Los fans, en su mayoría treinteens, ya instalados y emocionados por lo que comenzaba.
Lo que vino después fue un show sólido, sin exageraciones, muy bien tocado, con un sonido nítido y potente. Brandon Boyd, siempre magnético, apareció tranquilo, sonriente, y no necesitó hablar mucho. Un simple “hello” bastó para que la ovación del público hiciera el resto. La banda sabe lo que hace, y confía en que su música hable por ellos.
Un detalle que se notó —y que sumó mucho— fue la presencia de Nicole Row en el bajo. Se integró como si llevara años con ellos. Tocó con los dedos y uñeta, esto dio un nuevo aire a temas como Are You In?, que terminó incluyendo un inesperado y muy celebrado fragmento de In the Air Tonight de Phil Collins. También se notó su aporte en Nice to Know You y Under My Umbrella, donde su estilo marcó la diferencia.
Uno de los mejores momentos fue cuando la banda bajó las revoluciones. En Blood on the Ground, Boyd se fue al fondo del escenario con Mike Einziger en guitarra acústica y Row en bajo. Todo sonó más íntimo, más cercano. Pocos sacaron el celular (¿quizás el efecto Tool?), nadie quiso romper ese pequeño momento de calma. Lo mismo cuando tocaron México, sentados en el suelo del escenario, el silencio fue total. Solo al final, las linternas empezaron a aparecer como estrellas tímidas. Fue precioso.
También hubo espacio para lo impredecible. En Aqueous Transmission, ese cierre casi meditativo de Morning View, algo falló con el pipa (el instrumento oriental que toca Einziger). Pero lejos de estresarse, improvisaron. José Pasillas marcó un ritmo, Row lo siguió, Chris Kilmore metió unas atmósferas, y Brandon improvisó melodías. Fue como espiar una jam en su sala de ensayo, y el público lo celebró con ganas.
Después de terminar Morning View, el setlist se abrió a algunos clásicos que no podían faltar: Anna Molly, Pardon Me y un cover sorprendente de Glory Box de Portishead, denso y cargado de distorsión. Cerraron con Drive, que, como siempre, fue un momento colectivo. Todos cantaron. Todos sabían que era el final. También hubo espacio para la enérgica Vitamin del disco S.C.I.E.N.C.E. , ya a estas alturas un meme de la comunidad debido a la insistencia de los fans más trues de tener repertorio de los primeros discos.
Incubus no está intentando reinventar la rueda ni colgarse de la nostalgia. Se notan cómodos con su historia, pero también con lo que están haciendo ahora. Este show fue un viaje emocional, sí, pero también una declaración: todavía tienen mucho que decir.
Y lo mejor es que lo dicen tocando increíble.