Hace prácticamente 7 años, el cuarteto oriundo de La Cisterna lanzaba su noveno álbum de estudio, “Funkybarítico, hedónico, fantástico” y justamente la misma cantidad de años habían transcurrido desde su anterior trabajo de canciones propias (“Combo Show”); razones más que suficientes para que las expectativas que sobre este nuevo trabajo se posaban fueran altas. 

El disco fue compuesto un año antes en el balneario de El Quisco en la Región de Valparaíso y fue el primero lanzado de manera independiente. Dejando estas novedades a un lado, el disco exuda el funk rock clásico que hizo de la banda una verdadera institución dentro de la música popular nacional pero con un dejo de madurez propio de quienes ya no son veinteañeros sino que cuarentones (siendo incluso algunos de sus integrantes padres de familia). El desparpajo, el sarcasmo y la frontalidad para decir las cosas -eso sí- no se ha extraviado en lo más mínimo.

El disco principia con “Vientre Fuerte”, un alentador panfleto sonoro que ya vociferaba lo que un país abusado por políticos, empresarios y religiosos tres años más tarde gritaría a voz en cuello durante el estallido social. “Funkybarítico”, por su lado, es una elegante apología musical a los mejores placeres que existen, en la vida, desde la música hasta el sexo, pasando también por la comida. 

“Mi Mejor Momento”, primer single de este álbum, se estrenó en televisión abierta en el programa “Kamaleon” conducido por el comediante Stefan Kramer, tres meses antes del lanzamiento del disco. La alternancia en las voces del guitarrista Pablo Ilabaca, mejor conocido como Kvzón y el vocalista Lalo Ibeas es un sello distintivo no sólo en esta canción sino que también en gran parte de las canciones del repertorio de la banda. La letra es ilustrativa de las circunstancias en las que se encontraban no sólo como banda sino que también cada uno de los integrantes como persona.

El cuarto track se titula “Tren a La Luna” y tiene al bajista Felipe Ilabaca como cantante principal de una hermosa letra que invita a escapar de esta charcha realidad, parafraseando a Mauricio Redolés. Musicalmente, la canción transcurre por rieles que la transportan a la altura del sonido de grandes nombres del género como Jamiroquai. 

“Dejando Libre el Amor” es todo lo contrario. No en cuanto a calidad instrumental sino que en cuanto a la temática que aborda: el desamor. Pero como es en clave Chancho en Piedra, el sonido y el beat es hacia arriba y por ende no se nota que es una canción de despedida. Hacia el final, la letra se transforma en una especie de mantra de autoconvencimiento de que se debe actuar sin sentir temor, dejando libre al amor.

El disco toma derroteros clásicos de la banda con la canción “Selfie”: una frontal burla, en este caso dirigida a la gente egocéntrica, que se cree más importante que los eventos a los que asiste, más importante que los lugares que visita y más importante que la comida que consume. Una fotografía, literalmente, del usuario promedio de redes sociales.

“Llamas”, canción que inicia la segunda parte del álbum, alude a la dictadura militar y las atrocidades que durante ella se cometieron. Hay alusiones al fuego bajo el cual estuvo el Palacio de La Moneda hace 50 años y a las brutalidades posteriormente cometidas, como el despiadado ataque a manos de los militares que sufrieron -los en ese entonces jóvenes- Carmen Gloria Quintana y el malogrado fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri, quien posteriormente falleció. Altamente valorable además de necesario es que desde el arte, en este caso desde la música, se realicen este tipo de creaciones que retraten y aborden el horror que como país vivimos durante esos 17 años que duró el régimen de Pinochet y del cual aún quedan heridas que no han cerrado: ha transcurrido prácticamente medio siglo y aún hay compatriotas que no saben dónde se encuentran sus seres queridos que fueron víctimas de esta cruenta dictadura. Para que nunca más.

La vida, huelga decir, trae momentos amargos y de zozobra. Es en este contexto en el que emerge una letra como la de “El Mundo Que Nos Tocó Vivir”, que ilustra la madurez no sólo musical de la agrupación sino que les pilla a algunos de sus miembros como cuarentones padres, lejos de esos veinteañeros alocados de mediados de los 90s que cantaban sobre las razones que tenía nuestro trasero para cohibirse en casas ajenas.

TOC”, novena canción del álbum, es una especie de reivindicación musical, a la usanza Chancho en Piedra, del Trastorno Obsesivo Compulsivo y de quienes lo padecen, describiendo conductas que les son propias (al salir, contar peldaños bajando la escalera o  juntar autos en parejas) y que aún son objeto de incomprensión por parte de la población. Musicalmente es una demostración del alto calibre que poseen como músicos los hermanos Ilabaca y Toño Corvalán.

Se llega así al tramo final del disco con tres canciones: “Solo”, “W.W.W.”, “Y Yo Por Qué Tengo Que Parar”. La primera sorprende con un Felipe Ilabaca en modo rapero en la más experimental de todas las canciones, en la que destacan los cambios de estilo, ritmo y tempo. La siguiente canción no se refiere al internet (World Wide Web, mejor conocido como triple W) como engañosamente pudiera pensarse sino que se titula de esa manera en referencia al chilenismo hueón (weón). La letra de la canción apunta sus dardos a personas de diferentes sectores de la sociedad (políticos, empresarios, religiosos) y a gente en general que uno se encuentra no sólo en televisión sino que también en la vida misma y que, gracias a sus conductas y sus dichos, demuestran su total carencia de raciocinio y de intelecto a la hora de plantear sus ideas, que rayan en el machismo, la homofobia, la xenofobia y, en definitiva, en la ignorancia. Si bien no son aludidos con nombre y apellido, es fácil que se te venga a la mente quiénes son estos personajes. 

El broche de oro de este álbum lleva por nombre “Y Yo Por Qué Tengo Que Parar”, una ácida interpelación -como bien saben hacerlo- a las personas que enarbolan banderas de causas sociales desde la comodidad de sus casas y que en lugar de salir a la calle a dar la pelea se podría decir que son meros Rambos del teclado. 

De esta manera finaliza el noveno álbum de Chancho en Piedra y, a la luz de los hechos y mirado con la nítida perspectiva que otorga la distancia y el tiempo, resultó ser su trabajo final con la formación original que tantos éxitos le brindó y con la que pisó los más grandes escenarios del país y también en el exterior, transformándose -sin lugar a dudas- en uno de los más grandes nombres del rock y de la música popular chilena de los últimos 30 años.

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